El tono rojizo de las hojas de las enredaderas indicaba que los días del verano habían llegado a su fin. El viento soplaba levemente del este, trayendo ese inconfundible aroma húmedo tan característico de las zonas cercanas al Rio de la Plata. Para muchos es el viento que antecede a las lluvias copiosas, y es común ver a la gente caminando más rápido que de costumbre. Lo hacen de forma automática, casi sin darse cuenta.
Laura también camina rápido, con pasos largos e inseguros, ella intenta llegar rápido, no sabe adónde, pero debe llegar rápido. Está ansiosa, insegura, sabe que algo anda mal y no tiene en claro que es.
En la sesión con el terapeuta de la semana anterior, apareció como por casualidad, un recuerdo de cuando tenía cuatro años. Según su relato, ella se había quedado sola en una casa, no recuerda de quien era esa casa, ni porqué estaba allí. Solo sabe que estaba sola, en una edad en que los niños no deberían estar solos. Recordó que pasó ahí muchas horas, y que le espantaba la idea de que la abandonaran, que nunca más la vinieran a buscar.
Al principio sentía curiosidad, luego preocupación, a medida que pasaba el tiempo empezaba a tener angustia, después miedo, un miedo espantoso y paralizante.
Cuando se hizo la noche escuchó que alguien entraba a esa casa y se dio cuenta que era el padre, quien la miró, la abrazó, la alzó en brazos y se la llevó a casa sin decirle una sola palabra.
Pasaron casi treinta años desde aquel episodio, y Laura, mientras contaba eso en su terapia, volvió a sentir exactamente las mismas espantosas sensaciones que aquel día.
Jamás hablo del tema con sus padres, de modo que aún hoy no tiene la menor idea porque estuvo todo un día solita en una casa desconocida.
Pero aunque jamás haya vuelto a hablar del tema, el sufrimiento de ese día hizo una huella en su psiquismo que la ha llevado a tener un sinfín de conductas desacertadas y poco adaptativas.
Permanentemente le reclama a su pareja y a sus hijos que no la dejan sola. Necesita estar siempre rodeada de gente. Siente que no tiene una buena relación ni con su madre ni con su padre. Dice que no se acuerda desde cuando tiene mala relación con sus padres. Sin embargo cuando el terapeuta le pregunta si considera que sus padres son malas personas, dice que no, que son buenas personas pero que igual ella no puede quererlos como cree que debería.
Esta diferencia entre lo que piensa acerca de los padres y lo que siente por ellos, solo puede explicarse por un efecto que se denomina disociación.
La disociación se produce cuando algún acontecimiento inesperado y desagradable o doloroso, no puede ser comprendido y procesado por nuestro psiquismo. Generando una ruptura en el caudal de pensamientos y aislando una parte de ellos que no pueden ser comprendidos ni reconocidos por el resto de nuestra mente.
En casi todos los casos los pensamientos aislados están asociados a sensaciones desagradables, como por ejemplo soledad, impotencia, miedo, angustia, rechazo, dolor, etc.
En las próximas sesiones el terapeuta de Laura tendrá que trabajar integrando las funciones cerebrales que hoy se encuentran dispersas, una vez que logre eso, esta paciente va a tener sentimientos agradables por sus padres, de modo que va a funcionar de forma coherente con lo que piensa de ellos.
A medida que el terapeuta logre reprocesar esos recuerdos, dentro de muy pocas semanas, para la época en que los árboles vuelvan a largar nuevas y verdes hojas, Laura estará comenzando una nueva etapa de su vida, su caminar será más sereno y su cara mostrará la luminosidad que había perdido cuando tenía apenas 4 años. Para ese momento, ya podrá disfrutar el estar sola, para dedicarse todo el tiempo que haga falta a sí misma. Será menos dependiente de los demás y mas exitosa en lo que se proponga, porque podrá ver el mundo con mayor nitidez, sin la interferencia de sensaciones internas desagradables.
